La fatalidad, el juego y lo irreversible
"El querer hace libres; pero ¿cómo se llama aquello que mantiene todavía encadenado al libertador? ¨´Fu騴: así se llama el rechinar de dientes y la más solitaria tribulación de la voluntad". (Friedrich Nietzsche)
De pronto todo se trasforma, cae, pierde gusto y sentido. Se acaba. Un error, una decisión equivocada. Pero nada podía ser planificado. Las decisiones vienen de un lugar invisible, y se esfuman en lo irreversible de lo ya pasado. Un juego que se decide en lo incalculable de su inestabilidad, en lo espantoso de su venir que se resiste a un final. Los momentos pasan, las alegrías se cantan y se camina en secreto con el infortunio. Podríamos intentar casi con infantil ingenuidad tratar de corregir lo que ya está hecho. Caminar al lado de una sotanita y pedir misericordia para redimir mis actos pasados. Pero el niño muerto que atropellaste ya no puede volver a la vida. La tontera de un jugador que cuesta un partido no puede ser revertida. Fue mi responsabilidad y nada de nada puede quitarme ese peso de encima, el peso de ser lo que somos. El tiempo se acabó y el resultado ya está definido. No se puede querer para atrás. Negando lo irreversible podemos crear promesas ficticias, hacer de la vida sólo algo que quiere el propio hombre, su anhelo, sus esperanzas. Un error, faltando minutos, segundos, milésimas. Una dedición errónea, un mirar oblicuo, el rostro del final que rehusaba revelarse. Una mala elección, el dolor de la derrota, y el triste e inevitable regreso a lo incalculable. Los dioses quizás no nos tengan tanta estima, como aquellos que la dicen tener a su oculto favor.
luis felipe oyarzún montes
1 Comments:
"When the Second World War
Came to an end
We forgave the Germans
And we were friends
Though they murdered six million
In the ovens they fried
The Germans now too
Have God on their side".
Bob Dylan, With God on our side
Se me viene a la mente este tema del maestro Dylan. Apenas suena el pitazo inicial, todos estamos convencidos de que Dios está de nuestro lado, como así creyeron los yankees en Vietnam, y como creyeron el mamo Contreras y Hugo Salas Wenzel. Apenas termina, cuestionamos el amor que nos tienen hacia nosotros o incluso su misma existencia. Todos, de seguro, tienen a Dios de su propio lado. Y ahí es cuando decidimos que todo fue culpa de un taquito mal pegado en una zona de seguridad, cuando decimos que todo esto es culpa de jugadores sin experiencia, de entrenamientos mediocres o de una que otra salida nocturna un par de días antes del partido.
Un gran ensayo, nuevamente, del licenciado Oyarzún.
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