¿En qué se parecen Paolo Montero y Juan Carlos Onetti? Pregúntenle a Agustín Lucas
I.
Reconocimiento
del terreno de juego.
El
central que se lanza con la pierna en ristre sobre balón y tobillo rival, que
tras esa jugada mirará a su rival en el suelo con cara de pocos amigos y le
dirá un par de verdades sobre su madre, para después alegar inocencia con la
convicción de un santo, se llama Agustín Lucas. Es uruguayo, mide 1:87, pesa 84
kilos y tiene 26 años. Ha jugado en la primera división uruguaya y ha destacado
en la liga mexicana, venezolana y guatemalteca. En su última experiencia en el
extranjero, en el Anzoátegui venezolano, afirmó: “He conversado con el técnico
y con otros jugadores y me doy cuenta que el grupo está muy unido. Espero
adaptarme rápido para poder dar mi aporte”. Actualmente pelea el ascenso en
Uruguay.
El
poeta que lee en la fotografía ha publicado varios textos que lo sitúan entre
las apariciones más interesantes de su generación. Su poesía condensa calle, cama,
bares y un tránsito existencial que oscila entre el barrio y los más abismales
laberintos de la mente y la memoria. Se llama Agustín Lucas, y es un fijo de la
movida de lecturas poéticas montevideanas. Su último libro, “Club”, fue editado
por la editorial más prestigiosa de Montevideo, Yaugurú, y en él se suceden inquietantes
fragmentos, como si el poeta avanzara a tientas en una tierra que conoce, pero
donde se ha hecho de noche de improviso: “Los transeúntes duermen, hijos de la
calle, con el evidente ojo abierto, dueños del escalón y de la reja, del vaso,
de la botella, del resto de fideos y el codo del pan, de la frazada y la
chancleta, del talle grande, o de los dedos para afuera. Presos del invierno,
libres del calendario y del reloj, héroes del sosiego, amigos de los perros”.
No
es un alcance de nombre. No es un futbolista que escribe poesía, ni un poeta
que juega fútbol. Es las dos cosas a la vez, y a la vez un gran anfitrión. De
lo que pasó esa tarde, esa noche y esa mañana de 2011, de las conversaciones
con Pablo Silva y Juan Fossati, del “Quedáte tranquilo Obdulio” y “Cuando el
juego se hace verdadero” cantados arriba de un taxi, no hablaré aunque me
apunten. A cambio, cito a mi amigo a 90 minutos de comunicación virtual por el
chat de Facebook. Esto es lo que sucede:
II.
Calentamiento
Onetti dice en “La vida breve”
que estamos condenados a una sola alma, pero no a una sola vida. Se ve que le
haces caso a tu coterráneo, y tienes al menos dos. ¿Cómo vives esa duplicidad,
esa mezcla a nivel vital?
No quiero ser socrático y responderte
con otra pregunta, ¿cómo vives tú la abogacía y la escritura?
Se ve que la primera pelota
complicada conviene tirarla a la tribuna, con tal de alejar el peligro. Sirvo
el lateral con prestancia y vuelvo a la carga: Yo soy abogado para ganar
dinero, nada más, pero sospecho que a ti con el fútbol te une algo más
profundo. El barrio, la infancia, el cuerpo alerta, cosas así
No hay
que encasillarse en el fútbol, te ocupa tiempo pero también te sobra para hacer
otras cosas. Todos tenemos algo para decir y hay que decirlo de la manera que
salga. La vivo a pleno, no me planteo las diferencias. Trato de pegarle con las
dos. Creo que ambas actividades, al menos en mi caso, tienen un punto en común
que es el folklore. Por lo tanto el barrio, la esquina, la vieja pelota de
trapo, el lápiz y la camiseta hablan entre ellos constantemente. Si no lo
viviera así creo que también podría hacerlo, aunque en Uruguay el fútbol no es
para ganar dinero.
En Uruguay el folklore es
bastante mezclado, promiscuo en el mejor sentido de la palabra. Como son pocos,
todos viven en el mismo barrio. Uno intuye que para ustedes el Negro Jefe,
Jaime Roos y Onetti están separados por unas pocas cuadras.
¡Claro!
Por eso la vida del Obdulio es poética, fantástica, literaria a la vez que
campeón del mundo. Jaime Roos tiene una tapa de disco con la camiseta de Fénix,
y además le canta a la celeste (incluso ahora hizo una película).
Onetti vendió entradas en el
Estadio Centenario…
Esperaba
que lo dijeras vos, para aprovechar de escuchar esos detalles de un chileno.
Aunque es difícil que lo sepan los yoruguas… ¿Viste? Hicimos un “tuya y mía,
para ti y para mí”, una pared o una cordillera.
La pared es la manera que
tiene el fútbol de mostrar la buena amistad, de eso no tengo dudas. Con todo,
Onetti es un miembro extraviado de tu folklore. En sus últimos años se olvida
de su cuerpo, se acuesta a esperar la muerte y pierde los dientes. Darnauchans
lo mismo. Mateo igual. Roos no digamos que se conserva en salud.
El
uruguayo toma mucho alcohol. También fuma mucho. El mate es excusa para ambos
vicios.
III.
Intercambio
de banderines. Sorteo.
“Muerdo los dedos para no
escribirte / poema infalible de las lágrimas / letra olvidada en las esquinas /
tinglado de cuadras y veredas / Al roerlos sangran y ahora escribo lo que veo,
sangre”. Tu poesía, si bien tiene un polo marcado
en mirar lo degradado, es muy elegante en el lenguaje. Escribes como diez, no
como defensa central. En tu poesía hay perros, linyeras, hambre.
Tengo
aquí mismo un perro que me mira, me conoce, me conversa. Imagino a esos perros
de la calle conversando con sí mismos, o con el invierno, o con el hambre. Lo
mismo con los linyeras. Y no es una ofensa comparar hombres con animales, es un
halago. ¿Un halago? No es un halago tampoco. Depende del caso.
Con el sexo es otro tanto. El
verso parece enamorado, pero a la vez tiene un erotismo a lo menos rudo.
Sin carne no hay poesía, en cambio sin erotismo puedo haberla. A
veces la poesía es como hacer el amor: un poco de erotismo previo y después…
después carne.
Una vez Iván Zamorano dijo que
algunos goles en el Santiago Bernabeu eran mejores que un orgasmo. Zamorano se
llevó a su madre a vivir a Madrid.
Habría que ver que le hubiese pasado a Edipo si hubiese jugado
fútbol. Pueden ser goles orgásmicos, poesías orgásmicas, pero… ¿mejores que un
orgasmo?
De goles sé menos que de autogoles,
yo también soy defensa central. Un buen polvo es siempre mejor que un gol, pero
por un gol en la final de un mundial… podría estar un año en celibato. Un mal
orgasmo es comparable con un autogol, eso sí lo puedo afirmar
Creo que estamos hablando de amor, ¿no? Tendríamos que hablar
con Carver. Voy a mear.
IV.
Primer
tiempo.
Paolo Montero es un personaje
literario, no se puede negar. Tiene el record de expulsiones en Italia. Vino a
la despedida de Marcelo Salas y se volvió loco alegando un offside del
festejado, desde luego inexistente.
Me
tocó enfrentarlo cuando Paolo jugaba en Peñarol, en el ocaso de su carrera.
Lamentablemente se fue lesionado del partido, hubiese sido la primer camiseta
de Peñarol que me pusiese. Por lo menos me quedó la foto del sorteo de
capitanes.
Primera vez que escucho que
esa foto sirve para algo
Supuestamente
los jueces las guardan de recuerdo. Y nosotros nos guardamos de recuerdo las
burradas que se mandan.
¿Qué será
peor, un mal árbitro que te termina expulsando sin razón o un crítico literario
amargo que destruye tu obra?
El árbitro sin dudas. Con el crítico me
puedo sentar mano a mano, obviarlo, ignorarlo o mandarlo a la mierda sin que me
suspendan el lápiz. Con el árbitro se complica, porque como lo dice la palabra,
a veces arbitran algo más que un partido.
¿Es peor
quedarse todo el año en la banca o todo un año con poemas sin poder
publicarlos?
Quedarse en la banca de seguro, los
poemas sin publicar puedo aún leerlos a amigos, conocidos, o en pequeños ciclos
de lectura que rondan los antros montevideanos y del mundo.
¿Son mejores
amigos los futbolistas o los escritores?
Los verdaderos
Esa te la
tiré fácil, al pie, era cosa de echarla adentro. Subamos la puntería, ¿es mejor
salir con una mina que te conoció en la cancha o con la que te leyó?
Con la
que me leyó. Mi actual pareja me conoció así. Leyendo “Camarines” del libro “Club”
cuando aún no era el libro “Club”.
Me estás vendiendo el verso,
como cuando dicen “me encontré con un grupo humano bárbaro, tengo la confianza
del profe, la hinchada es espectacular”.
Yo
generalmente hablo bien de mi novia pero no del plantel que me cobija. Eso es
muy relativo.
V.
Segundo
tiempo.
En tu
carrera deportiva has viajado montones. Venezuela, México, Guatemala, en fin.
Esos viajes aparecen también en tus poemas. ¿Cómo ha sido esa experiencia
viajera? Una cosa es otra cultura, pero otra muy distinta es un camarín en
donde eres extranjero y poeta
Un poco de todo, un poco de joven, otro
de extranjero y otro de poeta. De amante, de bohemio, de inquieto. De todo. La experiencia viajera dejó varias
cosas, entre otras las ganas de seguir viajando. En Guatemala reedité mi primer libro “No
todos los dedos son prensiles”, con Libro Ati ediciones, y lo presentamos con
mi compañera haciendo perfomances en el lago Atitlán. También hicimos de
teloneros de una banda de Dub, Dubvolution. Nos anotamos en un ciclo de poesía
en México, para hacer lo mismo pero nos tuvimos que volar antes de lo previsto,
destino venezolano. Allí escribí un poemario, aún inédito.
A pesar de
esos viajes, a ti lo que te tira el barrio, la ética del barrio.
Si, y me gusta curtir el barrio de otros países. Cuando terminé uno de esos
campeonatos, moré por espacio de un mes y medio en casa de amigos. Terminé
jugando para “La Cuadra”, un equipo de barrio en plena montaña. Me recomendaron
que no usara mi nombre por si algún ojeador andaba en la vuelta, no daría una
buena imagen de mí cómo futbolista. Les hice caso, me fiché como el Julio
Cortázar. El historial: Un partido sólo, suspendido a los diez minutos por
piñata, ganando por uno a cero, y en la cancha de al lado a los tiros limpios.
VI.
Intercambio de camisetas
“Club” debe
ser uno de los libros (como objeto) más lindo de mi biblioteca. ¿Te interesa
esa veta o fue más bien una casualidad?
Me interesa. “Club” se lo envié a
Macachín (Editorial Yaugurú) porque es el Enzo Francescoli del diseño de libros
en Uruguay.
¿Arruga con
la celeste?
Te da Copas Américas con cada
publicación.
Bien.
Llegamos al minuto noventa. Una pregunta inevitable. ¿Has
admirado a algún jugador chileno?
No sé si “admirado” es la palabra, pero
recuerdo a Rozental con su estilo “Guns and roses” (aunque pueden decirme que
jugaba medio “Maná”), Y por supuesto la dupla Za-Sa, para mí gusto de lo mejor
que ha dado Chile.
Patricio
Hidalgo Gorostegui, junio de 2012.