Silva desgarrado, por Matías Celedón
Estimados amigos, les dejamos con texto de uno de nuestros nuevos colaboradores, uno de los mejores "8" que se han visto, con una pegada impecable: Matías Celedón. Un lujo para este humilde portal de fútbol.
Silva desgarrado.
Hasta que no me pasó
las servilletas pensé que me estaba tomando el pelo. Eran dos poemas titulares.
Johí me había contado que llegaba en las mañanas al café Villareal y se pasaba
hasta las 11 con la mirada perdida en las enredaderas. Empujando su silla de
ruedas, la enfermera lo ubicaba siempre en la misma mesa y se sentaba junto a
él para untarle las tostadas y ayudarlo con la taza de té.
Don Sergio no le
habla, me dijo. Ella lo ayuda porque le tiemblan las manos.
Había oído que Sergio
Livingstone escribía en mitad de las transmisiones. En cuadernos empastados,
llevaba páginas de incidencias que anotaba cada fin de semana. Con regla
separaba las alineaciones y ocupaba el interior de los márgenes para marcar el
tiempo exacto en que sucedía una jugada. Su criterio era inapelable: la jugada
concluía en las manos del arquero.
Siempre pensé en esos
cuadernos, minuto a minuto, la historia lapidaria del futbol
chileno. Qué jugadas fueron subrayadas. Cuántas acaso terminaron en gol.
Pero Johí me contaba que lo que escribía no era nada de eso, sino impresiones
vagas que él no entendía casi siempre.
Cuando la enfermera
va al baño, Don Sergio saca una pluma y escribe.
¿No le entiendes la
letra? Una pluma es más liviana que una taza, reconocí.
No es por eso. Mire.
Johí me pasó la
primera servilleta:
Esa es del viernes.
Su letra era clara,
de trazo firme. Pero de entrada me descolocó.
Eufonía
Lionel Andrés Messi
Riquelme Juán Román
Diego Armando Maradona
Luque Leopoldo Jacinto.
No supe qué decirle.
Miré la enredadera y vi un arco vacío con las redes cubiertas por la hiedra.
¿Poesía?, me preguntó
Johí.
Pareciera, arriesgué.
Esta mañana llegó más
tarde acompañado por su hijo. Por la ventana, Johí los veía conversar:
Don Sergio movía
mucho las manos. Cuando su hijo se levantó a pagar se me acercó y me preguntó
si lo conocía. Yo le dije que sí, que lo atendía siempre. Después me preguntó
cómo lo veía. Bien, le dije, qué más le iba a decir. Entonces me preguntó si
alguna mañana en que él tuviera que hacer yo podría cuidar a Don Sergio hasta
que alguien lo pasara a buscar…
¿Y?
Le dije que sí.
Que te dejen buena
propina entonces.
Don Sergio siempre
deja buena propina.
Su respuesta me puso
en una situación incómoda:
¿En qué mesa se
sienta el sapito?
En esa, señaló Johí,
aunque hoy día lo sentaron en la de allá. Cuando fui a levantarla encontré
ésta.
Johí buscó en sus
bolsillos. La servilleta, aunque arrugada, mantenía el trazo vigoroso de la
anterior.
Cuesta abajo
Boca: Silva
desgarrado
el tiempo viejo
que lloro.
Miré la enredadera,
las hojas secas, el otoño. Johí tomó la bandeja.
Mañana me la da, no
se preocupe.
Gracias, Johí.
¿Va a ver a Unión?
Voy a ver a
Riquelme.
Ese está viejo, mejor
vaya a ver a Ruidiaz el jueves.
Pero si no lo ponen.
Perdone, pero es que
ustedes no nos quieren.
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