La voluntad de ascetismo o el ideal del estadio mudo.
Está aconteciendo. El impulso al ascetismo gana cada vez más terreno. Los ojos lascivos de nuestros legisladores miran horrorizados como los seres humanos pasan un buen rato. El terror al descontrol, al placer, a la alegría; la tendencia a suprimir el gozo, el ocio, el arte; el miedo hondo y abismal por todo lo que nos pone en riesgo, nos saca fuera de quicio, nos adentra en espacios que exceden los límites de lo planificado, del control; su control mezquino.
Estos sacerdotes de la calle que quieren destruir la fiesta y el juego, comprenden la vida como un proceso de purga y redención, donde debemos, todos, ellos y nosotros, pagar la mancha de haber nacido. Debemos pagar una deuda eterna con nuestro sacrificio y trabajo, con nuestro dolor y martirio. Con la humillación y supresión del cuerpo como espacio voluptuoso de catarsis, como estigma del cáncer de existir. Y, por supuesto, desde esta óptica, los bombos, las bengalas, los lienzos y cánticos, parecen poner de manifiesto las huellas del infierno y la tentación, las vibraciones de los cuerpos que buscan disfrutarse a sí mismos en compañía.
Y así nuestros sacerdotes legisladores, con sus cuerpecitos insatisfechos de sí mismos, grandes sufrientes de su propia condición de existencia, despreciadores del cuerpo y predicadores de la muerte, miran con ojos envidiosos y resentidos la alegría festiva y liviana de aquellos que celebran el hecho inconmensurable de existir, desde el fondo de la vida, de su risa eterna. Lo que habla en su justicia y moralina cadavérica es venganza espiritualizada, es voluptuosidad al acecho, es querer que todos y todas co-rrespondan a su Ideal de hombre: pequeño, mediocre, de alegrías y tristezas medianas, de pocas preguntas y muchos supuestos; de esperanzas comunes, de un trajín corriente; pequeños hombres que no pongan en peligro, que no provoquen, que no inspiren, que no aparezcan alejados del ruido del rebaño. Basta contemplar su Ideal de vida puesto de manifiesto en la forma y estilo de sus casas y barrios, pequeños templos de anulación del vivir.
Nuestros legisladores y burócratas sacerdotales quieren el no querer, reprimen las fuerzas originantes de la vida, las fuerzas que reúnen los fragmentos individuales en el eterno goce de la existencia. Y con ello ponen de manifiesto el miedo a la vida. ¿Miedo a qué? A ellos mismos, a su rostro oculto que los acompaña en la hora más silenciosa de la medianoche, a esa voz que se descubre en su más irreductible soledad. Le temen al cuerpo, su cuerpo. Quieren castigarse por el hecho de ser: y por ello buscan castigarnos a todos nosotros Transformando todo en la gran iglesia del mal gusto.
luis felipe oyarzún montes
2 Comments:
Notable, he tenido la suerte de pasearme por los estadios de Europa y testificar la muerte del alma del futbol en muchos lugares, he estado presente en lugares sagrados, escenarios de grandes finales y partidos memorables, tristemente poco queda de la fiesta que fue, el terror a la masa ha sido más fuerte, los grandes grupos tras los mismos colores siempre han generado temor en los poderosos. Podemos verlo graficado en el ejemplo del Imperio Británico que evito a toda costa que sus colonias jugaran al fútbol, la estrategia entonces aplicada se ha repetido para transformar sus estadios en espacios silentes y con poca vida. Hoy somos victimas nuevamente del populismo y la violencia del estado que nos privan de lo esencial en el fútbol, el alma.
buen texto, creo que es eso, el espíritu de la venganza.... el odio a la vida, y a los vaivenes terribles del amor, la euforía, el éxito y el fracaso
andrés
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