Mercantilización y violencia: El gordo académico de la casa de Bello

Luego de la crisis inflacionaria de 1982, hemos evidenciado la descomposición del Estado como instancia de ingerencia social, hemos visto, también, que en su lugar han ingresado los capitales privados junto a sus más mezquinos intereses. La mercantilización total de la vida cotidiana, fue el destino manifiesto y consumado de todos estos cambios. El fútbol criollo, aunque inmune durante los primeros años, terminó por ingresar en la lógica de los negocios y el usufructo sobre la necesidad y satisfacción naturalizada. Si antes veíamos los partidos gratis, ahora se paga por cada uno de ellos. Si antes veíamos cada gol 100 veces, minutos después de ser convertidos, ahora sólo los podemos ver por un solo canal, el de la estación católica. Estos renacuajos que monopolizaron a través de cochinos billetes los goles, no sólo obligan a estar atentos a su sintonía, sino que, a sabiendas de su ventajosa posición, los ponen al cabo de su triste noticiero, y al llegar el preciado momento, cada gol es interrumpido por una o más propaganda. Un repaso de goles que podría durar 6 minutos incluyendo auspiciadotes, ahora dura media hora, con, al menos 15 minutos de propagandas. Mientras el gordo académico de la casa de Bello, sonríe como si lo esperase una parrillada y un vino luego del trabajo. El gordo académico de la casa de Bello, que busca sustentar la caricatura de un personaje crítico y agudo en el amplio vasto de temas que corroen nuestra sociedad, prefiere sonreír hipócritamente en el espacio donde le deben pagar, desde luego, más que en la casa de Bello. Las platas de los mercaderes de consumo, consume la paciencia del hincha impaciente, y después hablan de violencia en el estadio, cuando la propaganda televisiva es realmente violenta y agresiva. Insiste así, una tras otra una tras otra una tras otra. Pasan minutos, y a veces se decide recurrir al tan justificado zapping, ¿pero que ocurre? vuelves al puto canal y van en medio del compacto, ya con dos goles al menos en el sido del partido.

En fin retomando el argumento central, luego de1982, evidenciamos el advenimiento del neoliberalismo, nuevo carácter que tomó el capitalismo desde fines de siglo pasado. No resulta coincidencia sino que consecuencia, que justo en estos tiempos-primera mitad de la década de los ochenta- surjan desde la Inglaterra de Tatcher, y para todo el mundo los vandálicos hechos protagonizados por los Holligans, y luego, pocos años después, emerjan con fuerza las barras bravas argentinas. Chile no se quedaría atrás, y tendría sus focos de violencia con la irrupción de dos grandes barras bravas, los de Abajo y la Zorra Blanca. Según los estúpidos periodistas y moralistas de televisión, todo se trata de una simple imitación, es decir, los argentinos imitan a los Holligans, y los chilenos a los trasandinos. Se sabe que durante la época Tatcher se cerraron industrias en el Reino Unido, quedando una considerable suma de obreros desempleados junto a su población dependiente. Las dictaduras militares en los andes, llenas de violencia y de lo de siempre, más la aplicación de los reajustes burocráticos de los departamentos del Estado, también dejó a grupos de individuos violentamente disgregados y abandonados a la suerte de la mano invisible, mano dura diríamos mejor, del mercado.
Y es éste nuevo giro, que lleva algo más que veinte años de hegemonía, que además de insignia y un número , obliga a los equipos cargar no sólo coin una marca deportiva, sino que además un cartel en el pecho, más grande que la insignia y el símbolo de la empresa deportiva juntos... sin ir más lejos, Blanco y Negro S.A, gana más insumos que los demás equipos, pues en sus calcetines lleva la marca de supermercados con una horrible escritura en sentido horizontal. No provoca gracia, sino que repudio e indignación, si seguimos así los uniformes serán similares a los que viste un Shumacher, un Montoya, un Eliseo Salazar en sus respectivas carreras de autos. Que lamentable, pero para allá vamos, así es que hoy sintámosnos lo más a gusto posible, pues mañana será peor.
Esto es lamento de fútbol.
Andrés Vidal