Palabra de Fútbol

Monday, October 30, 2006

Juego, culpa e irresponsabilidad; los peligros de la ética del sentido común


Me ha llamado profundamente la atención el nuevo y decorativo anuncio que lucen nuestras cajetillas de cigarros hoy en día. Un hombre cadavérico, con rostro abatido por años de “culpa” e infracción a la perfectibilidad de la ética y el orden. Ojos cansados, cutis dañado, pelo aceitoso, manchas de pecado en cada línea de sus ojos. Esto me recordó un pequeño artículo que leí escrito por Carla Cordua, que, debo admitirlo modestamente, se adelantó a mis ganas de expresión. Se reía con disimulo de las personas- es decir, del sentido común, de la “gente”- que, al sentir su “salud” dañada por años y años de cigarrillos entre sus labios (sin con esto retratar el contexto en el cual esos cigarrillos fueron fumados-¿placer, deseos, hedonismo, cuerpo, etc?- ) no tenían otro singular descaro de “acusar” a las compañías de tabacos por no haberles advertido a tiempo. Es comprensible. Nadie sabe que el cigarro produce daño, ni que las hamburguesas del mc donald llevan a obesidad mórbida, ni que los aviones se caen, ni que las cirugías pláticas conllevan peligros irreparables, etc. Y como nadie “sabe”, es de total responsabilidad, en este caso de las tabaqueras, del daño “ofrecido”. El ser humano es idota, ingenuo e irresponsable. Y no puede, por ende, responder por sí mismo, ni por sus propios actos que afectan a su cuerpecito gris de tierra y polvo.
En el juego el azar libera un lanzamiento de dados catastrófico. Y en sus nudos los jugadores jugados por él mismo (por el azar) buscan sus mejores cualidades para favorecer el destino incierto de un resultado final; victoria o derrota. La derrota cala hondo. La culpa la tiene el otro. No hay responsabilidad alguna en sus decisiones, en ese pequeño e infinitesimal instante donde el siguiente paso cobró “vida”. Como el pobre y desgraciado caballero, que fumó durante 55 años, que se paseó por cuanto bar había, visitó tanta mujer que perdió la cuenta, disfrutó de un cigarro tras otro, de un traguito tras otro, mientras su organismo padecía su pasión. Triste caballero, no tiene ninguna responsabilidad en sus actos. Hombre ingenuo que, en uno de sus últimos impulsos vitales, busca acusar, buscar culpables de su mal, buscando ser parte de la opinión pública, sacando su caso a contra luz. Pero algo le retuerce el lado invisible de los ojos, como a ese jugador que, cariz bajo, abandona el campo de juego, mientras un habla silenciosa, la más silenciosa de todas, la repite incansablemente, que él es el responsable de la caída, mientras algunos compañeros descontrolados hablan del arbitraje, y de algunos cobros fallidos que condicionaron la derrota.

luis felipe oyarzún montes

pd. nadie sabe que el tabaco mata, pero todos sabemos que las serpientes hablan, sobre todo, en el paraíso.

Sunday, October 22, 2006

Sobre la previa y las estadísticas.

Mi padre siempre ha afirmado que los argentinos "son buenos para la previa". Algo de razón tiene. Son capaces de hacer programas sobre un partido por-venir que duran inclusive más que el mismo partido. Y es en la previa donde se empiezan a jugar las primeras cartas de una absurda y eterna lucha por controlar el devenir, por predecir el futuro.
Se repasan una y otra vez las formaciones de los equipos, poniéndose inclusive mayor énfasis en las ausencias que en las presencias. La negatividad (el que no va a estar) calza perfecto en el juego del "podría ser - podría haber sido - será", porque es la esencia misma de la especulación y lo inconcluso frente a una verdad inevitable: el partido terminará en algún momento y tendrá un resultado que jamás se modificará.
Lo que no pasó es lo que permite seguir hablando del partido (imaginándolo en lo que no fue) incluso días después que acabó.
Luego vienen entrevistas, que en verdad no son más que un par de preguntas al paso a jugadores y técnicos desde que bajan del bus y van a camarines. "¿Cómo te sientes? ¿Cómo ves al equipo?" serán preguntas que se repetirán una y otra vez, y siempre tendrán una respuesta "tipo" por parte del entrevistado. Así como una receta que se vuelve a cocinar cada fin de semana. Se espera en esas entrevistas que haya algo que permita adelantar un resultado, algun "dato" como en la hípica, pero siempre es lo mismo, y a no ser que alguien se lesione entre el bus y entrar a la cancha, rara vez transcurre algo que marque radicalmente el devenir.
Después empiezan las estadísticas. Normalmente se comiezan a decir antes de que los equipos entren a la cancha, y se continúan diciendo a lo largo de todo el partido.
La estadística es tal vez lo más burdo que se puede hacer con el fútbol. Es solamente el tecnocrático resultado de la recopilación de los mas diversos tipos de información y cuantificación imaginables. Como más de uno dice por ahí "las estadísticas están para romperlas". Nada más cerca de la realidad, cada nuevo partido es un nuevo dato, un nuevo número, una nueva fuente de datos para almacenarse y volver a comentarse en las frías expresiones numéricas para la próxima oportunidad.
La mayor falacia está en pretender que una estadística condena un partido en su resultado, hasta el punto que no valiera la pena verlo, sólo calcularlo.
Las ansias proféticas de los periodistas del fútbol no terminan aquí: a medida que avanza el segundo tiempo (incluso he visto frescos que lo hacen en el primero) empiezan a hablar que "el partido está sentenciado", o "cerrado". Como si no pudiera pasar nada más, como si hubiéramos sido capaces de dominar el futuro, de controlar el devenir. Como si no se pudiera dar vuelta en diez minutos una final que se perdía 3-1.

Finalmente, el circo de la previa y las estadísticas son una burda manera de autoengañarnos como seres humanos, de pretender controlar lo que no podemos controlar, de pretender ocupar el espacio de un Dios muerto y en podredumbre, de darle pega a los periodistas deportivos.

José Manuel Ferreiro